La presencia de hidrógeno y metano en el aire espirado sería indicio, según una investigación, de que se tiene en el tracto digestivo una cantidad excesiva de una bacteria que sería la culpable de que se aproveche mejor el alimento y se acumule más grasa. Por ello, este descubrimiento abre la puerta a un diagnóstico temprano y a nuevos tratamientos contra la obesidad.
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