La ingesta de alimentos apetecibles estimula centros de recompensa cerebrales de forma similar a como lo hacen las drogas adictivas, como el alcohol o el tabaco. Sin embargo, hay que cambiar el enfoque: no son determinados alimentos, como el chocolate o la bollería, los que producen adicción, sino el hecho de comer. Este cambio de perspectiva, y el tener en cuenta determinadas peculiaridades de esta adicción, que veremos más adelante, permiten abordar el problema de la obesidad de forma más provechosa.
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