La respuesta a esa pregunta depende, a su vez, de dos cuestiones. La primera es aclarar a qué tipo de pastillas nos referimos: si a las aprobadas por las autoridades sanitarias (que son recetadas por un médico y dispensadas en farmacias) o al resto, que no dudamos en calificar de fraudulentas. La segunda cuestión es cuánto esperamos de ellas: de las segundas no debemos esperar nada; de las primeras, tampoco demasiado, y nunca milagros.
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